En la actualidad los diferentes modelos agrícolas están sufriendo un cambio de paradigma: Por un lado, la agricultura debe cubrir la necesidad básica de alimentar a la población creciente. Por otro lado, debe hacerlo de forma sostenible, lo que pone el foco en conceptos como medición de la huella de carbono
y huella hídrica, reducción y optimización en el uso de productos fitosanitarios y fertilizantes, zonas vulnerables, agricultura de carbono, cuaderno digital…
Todo este maremágnum de conceptos está convergiendo
en diferentes tipos de modelos,
los llamados “modelos agrícolas sostenibles” y tipos de producción, como pueden ser la producción integrada, la agricultura de conservación, la agricultura ecológica, la biodinámica o la agricultura regenerativa.
LA AGRICULTURA REGENERATIVA: LA SALUD DEL SUELO
Es en este último modelo, la agricultura regenerativa, en el que nos centramos.
No existe una definición exacta para describir tal cual a la Agricultura Regenerativa, pero podríamos
resumirlo como aquel modelo de producción agrícola que promueve
la salud del suelo, considerado éste como un recurso natural, limitado y complejo sin el cual no podemos vivir. De esta interpretación se deduce
cuál es la estrategia de la agricultura regenerativa: la conservación y mantenimiento del suelo.
En torno a este concepto de agricultura regenerativa, centrada en la conservación y mantenimiento del suelo, se implementan las diferentes prácticas destinadas
a mitigar el cambio climático mediante el restablecimiento de
la materia orgánica del suelo y la restauración de la biodiversidad del mismo, lo que supone el secuestro de carbono, la reducción de emisiones y la mejora del ecosistema en general, al mismo tiempo que se mejora la eficiencia del cultivo y puede aumentar la rentabilidad del mismo.
PRÁCTICAS DESTINADAS A PROTEGER, MANTENER, CONSERVAR Y RESTABLECER EL SUELO
Algunas de las prácticas que se engloban dentro de la agricultura regenerativa son la rotación de cultivos, el uso de cubiertas vegetales, la aplicación de
enmiendas orgánicas, la eliminación de las labores de alzado, la reducción o mitigación del uso de fertilizantes químicos, el análisis microbiano del suelo, etc, todas ellas destinadas a proteger, mantener, conservar y restablecer el suelo.
Poner en práctica este modelo supondrá una importante
dedicación en formación por parte
de agricultores y de técnicos. La relación que promueve nuestra cooperativa entre todos los actores implicados en la producción, transformación y comercialización será un factor decisivo para que este tipo de prácticas se puedan implantar de forma efectiva, y todo ello sin perder la perspectiva basándonos en una “agricultura con sentido común”.
El cambio de paradigma con el que comenzaba este artículo nos debe llevar a reflexionar sobre qué modelos pondremos en práctica para resolver los problemas relacionados con la limitación de recursos disponibles, la necesidad de alimento y la exigencia de sostenibilidad. Como dijo Albert Einstein: “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”. Ante situación complejas y problemáticas, debemos plantear acciones diferentes.